“El libro Mi dinosaurio favorito de Diana Coronado me encanta porque tiene gran sentido del humor y explica que cualquier actividad cotidiana puede dar un giro inesperado. Además, de pequeño me gustaban mucho los dinos, así que cuando me dieron este libro, despertó aún más la fascinación en mí sobre estas increíbles criaturas”.

“El libro de El beso fue un regalo de una de mis mejores amigas. Lo compró porque sabe que me gusta la pintura de la portada. No sabía qué esperar de él y fue una grata sorpresa. Es entretenido, ligero y me hubiera encantado leerlo a los trece años. Me hizo sonreír mucho y me hizo recordar el primer amor”.

“Sueño de una tarde dominical llegó a mí como un regalo y quedé fascinada. Estoy acostumbrada a leer amores de fantasía, de ficción, que parecen casi imposibles, pero en este libro el amor se siente real, cotidiano y extraordinario, al mismo tiempo que imperfecto e incierto. Pospuse leer el final porque simplemente no quería que terminara. Espero pronto adquirir El beso para conocer el inicio de esta historia”.

“Viaje a la naturaleza es la historia de un viaje familiar a la selva, y creo que no hay mejor regalo que justo eso, aventurarse en familia a explorar nuevos rumbos, crear grandes recuerdos y aprender juntas, juntos, juntes”.

“Luz en el Claustro cuenta una historia de libertad sobre mujeres fuertes y entrañables, narrada con una gran sensibilidad y entrelazada con la creación de uno de los mejores platillos tradicionales mexicanos, los chiles en nogada. Es un libro que se siente y se recuerda”.

“He regalado a varios hijos o hijas de mis amigos el libro Música de Ranas, quienes tienen el español como segunda lengua. A los pequeños les encanta por las breves historias y las ilustraciones que lo acompañan. A sus padres les encanta porque las estrofas familiares de la poesía haiku les facilitan la lectura. ¡Es el regalo perfecto!”

“Mi hija Emilia tiene 12 años, y Emilia y el mar fue el libro que más veces le leí cuando era pequeña, se nota porque está muy usado. Siempre se sorprendía cuando llegaba la ola grande y a mí me encantaba imitar el sonido de las olas: ¡Ggguuushhh! Leerle este cuento era una rutina muy reconfortante y nos hacía bien recordar la playa mientras compartíamos ese momento. Después, ella lo leyó sola, y luego le tocó a Elena, su hermana. Ahora mis hijas siguen siendo grandes lectoras. Todas ganamos con la lectura de Emilia y el mar”.